Alfonso de Sas Prada

Cementerio de los ingleses en España

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Cementerio de los ingleses. Sobre este tema hay (que yo sepa) 5 libros publicados en España, todos ellos con el mismo título: «El cementerio de los ingleses», aunque uno de ellos precisa que es «de la ciudad de Cádiz». Efectuada la correspondiente consulta al Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid sobre el posible conflicto de títulos, la respuesta del RPI fue la siguiente:
«En contestación a su consulta, le comunicamos que el artículo 10.2 del RDL 1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley de Propiedad Intelectual, dispone «El título de una obra, cuando sea original, quedará protegido como parte de ella».

En su caso, «El cementerio de los ingleses», creemos que no hay ningún problema en el que otras obras tengan el mismo título, siempre y cuando la temática, personajes, etc. sean distintos».
La respuesta no es vinculante, y se matiza con la expresión «creemos», por lo que cabe entender que no hay conflicto entre las obras, al ser de temáticas distintas. Sin embargo, es interesante que el título «El cementerio de los ingleses» sea tan atrayente para cualquier autor que escriba sobre dichos lugares, que, dada la atención que suscitan, ejercen una innegable fascinación como objetos de creación literaria.

Cementerio de los Ingleses Camariñas 01
Cementerio de los ingleses Camariñas – Foto del autor

¿Por qué hay «Cementerio de los ingleses» en España?

La primera razón, y es una obviedad, es porque desde que España e Inglaterra han mantenido relaciones políticas, diplomáticas y comerciales (estas desde finales del siglo XVI), ha habido ciudadanos británicos viviendo en España, y la necesidad de enterrar a la brevedad posible a los muertos, por razones de salud pública, obligaba a darles sepultura en el lugar de su fallecimiento.
Sin embargo, una particular característica de este tipo de enterramientos derivó de la necesidad de acomodar las exigencias de higiene ambiental a los cánones religiosos prevalentes, que marcaban una separación histórica entre los creyentes de religión católica y los de confesión anglicana (o de cualquier otra confesión). Este hecho, irrelevante en su aspecto material (a los muertos hay que enterrarlos con dignidad y en las debidas condiciones, sean de la religión que sean), estaba enraizado, en el caso inglés, en agravios históricos cuyo origen directo fue el repudio por parte de Enrique VIII de Inglaterra de su esposa legítima, la española Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, para poder casarse con su concubina Ann Boleyn – Ana Bolena. La solicitud de anulación del matrimonio fue rechazada por el papa Clemente VII, y ese rechazo llevó a la publicación del Acta de Supremacía, en 1534, por el cual el rey se proclamaba «cabeza de la iglesia anglicana». Aunque hay referencias históricas de que en la isla hubo intentos de distanciamiento de la ortodoxia católica ya en la edad media (rito de Sarum, entre otros), la inmensa mayoría de historiadores coinciden en considerar la decisión de Enrique VIII como el acta fundacional de la iglesia anglicana.

En mi novela «El cementerio de los ingleses» (el de Camariñas) le dedico el capítulo 8 («Católicos y protestantes») a este singular problema, basado en hechos reales, por el cual el párroco de Xaviña, parroquia más cercana al lugar de naufragio del buque HMS Serpent, decide solicitar la intervención del arzobispo de Santiago de Compostela para lograr la autorización para consagrar el recién levantado «cementerio de los ingleses», en el que se llegaron a enterrar 142 de las 172 víctimas del Serpent. El párroco de Camariñas, ferviente defensor del dogma de la «separación de las iglesias» se oponía con tozudez a que así se hiciera, hasta que la decisión arzobispal zanjó la cuestión tomando en consideración razones humanitarias y de salud pública, y no dicho dogma.

 

¿Cómo se regulaba el espinoso tema de los cementerios no católicos?

En su sentido moderno, España ha sido confesionalmente católica desde el reinado de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, a finales del siglo XV. Si bien el cristianismo, y más tarde la iglesia católica, están presentes en la península desde el siglo IV (Constantino el Grande la proclama en 313 la religión oficial del imperio), la expulsión de los musulmanes (y de los judíos) de España en 1492 estableció la primacía absoluta de la religión católica sobre todo el territorio de la España unificada. Esta tradición, o confesionalidad, consideraba «infiel» a todo no bautizado, y con el correr de los siglos consagró la prohibición de enterrar a los no católicos en los cementerios públicos.

Con el advenimiento de la Edad Contemporánea (tras la revolución francesa de 1789), la Ilustración y los nuevos regímenes políticos en Europa, además de los avances económicos derivados de la revolución industrial, las costumbres se modernizaron y las leyes se hicieron más permisivas. El principio de separación en los cementerios se reguló por una ley de 1855, que constaba de dos artículos cuyo contenido era el siguiente:

«Artículo 1º. En todas las poblaciones donde la necesidad lo exija a juicio del Gobierno, se permitirá construir cementerios a donde sean conducidos, depositados y sepultados, con el respeto debido a los restos humanos, los cadáveres de los que mueran fuera de la comunión católica.

Artículo 2º. En aquellas poblaciones que no tengan los cementerios especiales a que se refiere el artículo anterior, los Alcaldes y Ayuntamientos cuidarán, bajo su más estrecha responsabilidad, de que los cadáveres de los que mueran fuera de la comunión católica sean enterrados con el decoro debido a los restos humanos, adoptando precauciones convenientes para evitar toda profanación».

Tal como se relata en mi novela «El cementerio de los ingleses», si bien no se mencionaba dicha ley en el texto, la necesidad llevó a la creación, en el mismo lugar donde se había hundido el HMS Serpent, de un cementerio ad hoc para los cadáveres recuperados, en su mayoría anglicanos, si bien había un número indeterminado de católicos (irlandeses, sobre todo). Esto no solventaba la cuestión de la consagración, tema difícil y de naturaleza diferente a la puramente administrativa de la gestión del cementerio, pero sí solucionaba el hecho físico del reposo de los restos, que como decía la ley, debían ser enterrados con el «respeto y el decoro» debidos.

Una ley posterior, de 1884, estableció que, para estos casos, se habilitara un espacio separado del cementerio católico, tapiado la mayoría de las veces, al que se denominaría «cementerio civil».
Fue la Constitución de 1978 (y las leyes derivadas de la misma) la que puso fin a esta discriminación, consagrando el principio de igualdad de derechos de enterramiento en cementerios municipales para católicos y no católicos, y no es objeto de este artículo profundizar en las cuestiones administrativas que tal medida ha ido suscitando con los años, y las peticiones que han ido realizando las asociaciones de minorías religiosas para que sus creyentes sean enterrados en conformidad con sus propios ritos y en zonas habilitadas al respecto. Basten simplemente estos párrafos como introducción al tema objeto del artículo, los «cementerios de los ingleses», o británicos, en España, y como explicación del contexto en el que fueron erigidos tales cementerios, ya que esta casuística aparecerá en la mayoría de los camposantos que vamos a describir.

 

¿Cuántos Cementerios de los Ingleses hay en España?

El organismo más fiable en relación con los camposantos en los que reposan ciudadanos británicos en España es la «Fundación Cementerios Británicos en España».

En dicha página se hace una descripción bastante detallada de tres de ellos, que son todavía de propiedad británica: los Cementerios Británicos de Bilbao, Madrid y Valencia, y se mencionan además otros 6: Málaga, Camariñas, Tharsis, Riotinto, Linares y Denia, de entre unos 30. Sorprendentemente, no se hace referencia específica al que es objeto de al menos dos de las novelas aludidas más arriba: el cementerio de los ingleses de San Sebastián.

 

¿Cuál fue el primer cementerio de los ingleses en España?

Investigando en las fuentes disponibles, y siguiendo el orden referido más arriba, las fechas serían las siguientes:

• Bilbao: 1860
• Madrid: 1854
• Valencia: 1879
• Málaga: 1831
• Camariñas: 1890
• Tharsis: 1875
• Riotinto: 1877
• Linares: 1855
• Denia: 1856

Otros «cementerio de los ingleses» en España, no incluidos en la relación de la Fundación:

• San Sebastián
• Huelva
• A Coruña
• Vilagarcía de Arousa
• Cádiz

 

El cementerio británico de Bilbao

Aunque se le conoce tradicionalmente con este nombre, en su origen estaba ubicado en la orilla izquierda del río Nervión, en un lugar llamado «Campa de los ingleses», y en ese lugar se empezó a enterrar a ciudadanos británicos ya desde 1770.

El cementerio de Bilbao se constituyó como tal en 1860, por iniciativa del cónsul Horace Young, que obtuvo la cesión a perpetuidad de los terrenos, en vista de que el deterioro del camposanto original hacía necesaria su modernización y saneamiento. Allí permaneció hasta 1929, cuando el crecimiento urbano, el plan de expansión del puerto de Bilbao, y razones de salubridad aconsejaron su traslado a las afueras de la ciudad, a lo que antes se denominaba Lujua, y en la actualidad es Loiu.

Su proximidad al aeropuerto de Bilbao – Sondika no se condice con el pacífico reposo de los muertos, pero a veces las necesidades urbanísticas y de bien público entran en conflicto con los aspectos intangibles de los ritos sagrados.

Cementerios de los Ingleses en Bilbao - Foto de Google Earth

Cementerios de los Ingleses en Bilbao – Foto de Google Earth

Cementerios de los Ingleses en Bilbao - Foto de Eduardo B.
Cementerios de los Ingleses en Bilbao – Foto de Eduardo B.

 

Bilbao y los ingleses

Las relaciones comerciales y mercantiles entre Inglaterra y el puerto de Bilbao han sido documentadas desde el siglo XVI, pero sería la explotación del mineral de hierro de Vizcaya (zonas de Triano y Somorrostro en particular), la que determinaría la creciente presencia de capital y ciudadanos británicos en la zona de Bilbao.

El mineral de hierro, explotado en la región desde la antigüedad, alcanzó su máxima expansión con el desarrollo de las tecnologías siderúrgicas en Inglaterra, que requerían mineral sin fósforo como el producido en las minas vizcaínas. A causa de ese hecho, el 75% de la producción (en promedio) de hierro de la región, sobre todo entre 1870 y 1913, se exportó a Inglaterra. A partir de 1870 se intensificaron tanto las relaciones comerciales con Gran Bretaña que a finales de 1875 se habían instalado en la cuenca del Nervión 22 compañías británicas y cientos de barcos de bandera de dicho país surcaban la ría.

El fútbol en Bilbao

Tal como proclama la página web del Athletic Club, «la Campa de los Ingleses en Bilbao es un lugar histórico, germen de la afición por el fútbol en la capital vizcaína y origen del afamado Athletic Club. En aquella «campa» jugaban al balompié los marineros ingleses que llegaban a Bilbao en los barcos MacAndrews, hasta aquel momento una práctica desconocida para los bilbaínos. Hoy, en este lugar luce una placa conmemorativa para recordar que fue allí donde germinó precisamente la afición por el fútbol y el Athletic Club en Bilbao».

Si bien el primer club formalmente constituido fue el Recreativo de Huelva, en 1889, sería el Athletic el segundo, diez años más tarde. No es de extrañar que los dos primeros clubes en España estuvieran ligados a la presencia de capital industrial inglés: las minas de Riotinto y Tharsis en el caso andaluz, y las de hierro en Vizcaya. Los cementerios de los ingleses en ambos lugares, como veremos más adelante para los de Riotinto y Tharsis, tienen una explicación muy concreta y un origen histórico estructural de presencia inglesa, a diferencia de otros, más ligados a hechos puntuales, como el de Camariñas, erigido para enterrar a los muertos de un trágico naufragio.

 

El cementerio británico en Madrid

La página web de la Fundación relata en detalle el origen del cementerio de la capital de España, por lo que parte de lo que aquí se refiere coincidirá con lo recogido en dicha página. Con el fin de ampliar la información, he buscado en otras fuentes por si algunos hechos relacionados permitieran mencionar otros aspectos de interés para el lector.
Fundado en 1854, es por tanto anterior en 6 años del de Bilbao. Las negociaciones entre el gobierno británico y el español venían de atrás, pero por fin fue en esa fecha en la que el ayuntamiento de Madrid y el gobierno de su majestad Victoria llegaron a un acuerdo, y se ubicó en Carabanchel, en lo que es hoy la calle Fontanes, con frontales a las calles Irlanda e Inglaterra, como no podía ser menos.

El cementerio británico en Madrid - Foto de Google Earth
El cementerio británico en Madrid – Foto de Google Earth

 

Su origen, según la fuente indicada, estuvo en la necesidad de enterrar a los fallecidos de otras confesiones no católicas que formaban parte de grupos de habitantes de la capital de España, obedeciendo esa separación a los mismos motivos que se explicaron anteriormente. De hecho, y hasta el día de hoy, en su interior se ubican unas 600 tumbas, entre las cuales hay de musulmanes, judíos, y cristianos ortodoxos rusos y griegos. Se menciona, entre los cadáveres enterrados a su sombra, a personajes y apellidos conocidos: el propietario del circo Price, el fundador del restaurante Lhardy (uno de los más antiguos de Madrid), miembros de las familias Loewe, Brooking, Boetticher y Giraud, y de la familia real georgiana de Bagration. El último pretendiente al trono de esta familia fue «el príncipe» Jorge de Bagration de Mukhrani, afamado automovilista y campeón de España de rallyes en 1979, que falleció en Georgia en 2008.

El cementerio de Madrid, quizás por su origen más convencional, o no ligado a hechos concretos de la implantación británica en España, tiene una historia menos llamativa, y hoy apenas dispone de espacio para la apertura de nuevas tumbas.

 

El cementerio británico de Valencia

Es muy interesante la descripción histórica que de este cementerio hace la Fundación, así como otras fuentes consultadas. Como en los casos anteriores, el dogma de la separación de las iglesias hacía inviable enterrar a fallecidos no católicos (a los extranjeros del norte de Europa se les consideraba a todos no católicos) en los cementerios habilitados al efecto, que eran municipales en su mayoría, y de confesión católica.

La condición de Valencia de gran puerto mediterráneo, y la llegada del ferrocarril, propiciaron el crecimiento de la ciudad y el asentamiento de extranjeros, atraídos por las actividades comerciales y mercantiles que se desarrollaban en su área de influencia. En particular la red de líneas férreas españolas estaba en un estado muy incipiente, y fue en Valencia que, de la mano de un prominente banquero, el Marqués de Campo, se empezaron a construir varias líneas a partir de 1852, siendo la Almansa – Valencia – Tarragona la tercera del territorio español (tras la Barcelona – Mataró y la Madrid – Aranjuez, el famoso «Tren de la fresa». En esa época ya había en la Gran Bretaña 10.000 km construidos, por lo que la isla era exportadora de ingenieros, locomotoras, raíles y demás elementos de la infraestructura ferroviaria, lo que implicaba nuevas necesidades de mano de obra especializada, que por tal motivo llegó del reino Unido.

El cementerio se construyó a partir de 1870, y estuvo plenamente operativo en 1879; en él se cuentan unas 350 tumbas, de las que más de la mitad son de súbditos británicos, aunque se sabe que hay enterrados restos de 21 nacionalidades distintas.

Se menciona que entre los inhumados en él ha habido curiosos y relevantes representantes de la colectividad británica en la zona: marineros y comerciantes, ingenieros del ferrocarril, miembros de las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española, judíos turcos escapados del Holocausto, ex cónsules, «e incluso el fundador del Valencia Tenis Club», el señor Alfred Falconbridge, exportador de naranjas.

Cabe reseñar que, precisamente en 1850, se registra el primer embarque de naranjas valencianas con destino al puerto de Liverpool, las primeras de una tradición que ya dura 170 años.
A pesar de mencionarse a «marineros» entre los que están en él enterrados, no he logrado encontrar referencias de ningún hundimiento de buques ingleses en aquellas costas, de magnitud semejante a los pavorosos naufragios acaecidos en la Costa da Morte gallega, entre los cuales el Serpent fue la tragedia más emblemática.

El cementerio británico de Valencia - Foto de Antonio Marín Segovia
El cementerio británico de Valencia – Foto de Antonio Marín Segovia

 

El Cementerio Británico de Valencia es vecino del cementerio general, pero lamentablemente el urbanismo no ha sido muy considerado con el enclave, que por cierto es propiedad de la corona británica, como los de Bilbao y Madrid. En su vecindad hay huertas, una campa donde se instalan los circos que llegan a Valencia, y varias naves industriales. La foto más agraciada que se puede hacer del recinto debe centrarse en su portalón, pintado de amarillo, que es el original.

 

El cementerio británico de Valencia - Foto de Google Earth
El cementerio británico de Valencia – Foto de Google Earth

 

El cementerio de los ingleses de Málaga

También llamado «cementerio inglés», de «San Jorge» o «Anglicano», se le considera el pionero de los cementerios ingleses en España, y una estupenda fuente de información nos viene dada por su página web https://cementerioinglesmalaga.org.

Se explica que fue fundado en 1831, y se le califica como el primer cementerio protestante de España. Su necesidad vino dada por la creciente comunidad británica en la zona malagueña, y para poner fin a las prácticas de los enterramientos de fallecidos no católicos, contrarias al respeto y decoro debidos: «En Málaga, en particular, para realizar enterramientos no católicos las autoridades locales solo permitían llevar los cadáveres a la playa de noche a la luz de las antorchas, para ser enterrados de pie en la arena dejándolos a la merced de las olas y los perros». Imaginemos el macabro espectáculo, por mucho que en esa época el uso de las playas no era precisamente turístico.

La citada página oficial explica que fue el cónsul británico, Mr. William Mark, el que buscó en 1829 un terreno en el que erigir un cementerio para los súbditos de Su Majestad, y que el primer inhumado en el terreno fue un naviero, Mr. Stephens, que se ahogó accidentalmente en el puerto de la ciudad. Cuando al fin se cerró con un muro perimetral, el primer enterrado intramuros fue Robert Boyd, fusilado por su participación en la fracasada insurrección liberal de Torrijos de diciembre de ese mismo año. Resulta curioso que un ciudadano británico (¿o irlandés?) participara en (y financiara) un levantamiento militar en España, y aun así se permitiera su enterramiento en el novísimo cementerio.

A diferencia de los tres anteriores, en los que no hay constancia de cuerpos inhumados como consecuencia de naufragios, en Málaga sí lo están tripulantes del hundimiento de la fragata SMS Gneisenau de la marina imperial germana, en 1900.

El cementerio de los ingleses de Málaga - Foto de autor desconocido (Wikipedia)
El cementerio de los ingleses de Málaga – Foto de autor desconocido (Wikipedia)

El buque de guerra, a las órdenes del comandante Kretschmann, se encontraba fondeado fuera del puerto de Málaga a la espera de recoger a un diplomático de su país para una misión en Marruecos. Las autoridades de Marina de la ciudad recomendaron el 15 de diciembre de 1900 al capitán del buque la conveniencia de atracar en el interior del puerto debido a la inminente llegada de un fuerte temporal de Levante, petición que fue ignorada.

La mañana del 16 de diciembre, el Gneisenau rompió los cabos de sus anclas y se hundió a causa del fortísimo temporal. En el incidente murieron 41 personas entre tripulación y malagueños (en número de 12) que al enterarse del accidente acudieron a socorrer a los alemanes. De entre los fallecidos de la tripulación cabe destacar al comandante y al primer oficial. La abnegación de los malagueños en sus intentos de auxilio a los naufragados le valió a Málaga el título de «Muy Hospitalaria», que figura en su escudo, y el obsequio alemán de un puente, con ocasión de las gravísimas riadas de 1912.

Hay varios escritores de renombre enterrados en el camposanto: el hispanista Gerald Brennan, vecino de Alhaurín el Grande, el poeta Jorge Guillén, la poeta y novelista estadounidense Gamel Woolsey y el finlandés Arne Haapakoski.

El cementerio de los ingleses de Camariñas

El naufragio del buque HMS Serpent, un crucero-torpedero de la Royal Navy, tuvo lugar en Punta Boi, en la Bahía do Trece, en el término municipal de Camariñas, en la provincia de La Coruña, en una zona conocida desde entonces como «Costa da Morte», la noche del lunes 11 de noviembre de 1890. Las especiales circunstancias que concurrieron en esta tragedia lo convirtieron en uno de los desastres navales más importantes de la historia de la Marina Real británica, y por tal motivo fue objeto de una intensa curiosidad mundial, lo que hizo que aquel mísero rincón abandonado de Galicia se convirtiese en objeto de escrutinio por la comunidad internacional, y tuvo consecuencias trascendentes: por parte inglesa, se hizo obligatorio el uso de los chalecos salvavidas, ya que los únicos tres supervivientes se salvaron por llevarlos puestos en el momento del embarrancamiento; y por parte española, se construyó y electrificó el faro de Cabo Villano/Vilán, que fue el primero de España en tener equipos de generación eléctrica, y que todavía hoy, 132 años después, sigue siendo uno de los grandes referentes para la navegación segura de todo el tráfico marítimo que va del norte de Europa hacia África y el Mediterráneo.

El cementerio de los ingleses-Camariñas-02
El cementerio de los ingleses-Camariñas-02

Quizás el hecho más llamativo del naufragio del Serpent fue la desproporción entre el número de muertos (172) y el de supervivientes (únicamente 3). También lo fue que el buque estaba asignado a la flota del Canal (Británico), cuyo almirante en jefe era el príncipe Alfred, Duque de Edimburgo, segundo hijo de la reina Victoria. Este hecho, y el ejemplar comportamiento de la población de Camariñas en el rescate de los cadáveres que día tras día iba arrojando la marea, la prontitud y arrojo de los locales en la recuperación de restos, la inmediata construcción de un cementerio, y los cuidados prestados a los supervivientes, motivaron el homenaje de la Corona a la población de Camariñas en una emotiva ceremonia que tuvo lugar cuatro meses después en el mismo cementerio.
El Almirantazgo británico, por orden de la Corona, hizo llegar varios regalos a los principales referentes locales los días siguientes a la tragedia: se regaló un barómetro al municipio de Camariñas, que todavía se conserva a día de hoy; una escopeta de caza y una generosa dotación de cartuchos al cura párroco local, don Manuel Carreras; un reloj de oro al alcalde, don Vicente Pérez, y una medalla de la Royal Society al médico de Camariñas, Dr. Luciano lema.

A los dos años y medio del naufragio del Serpent, otro buque civil británico, el SS Trinacria, se hundió en la vecindad de Punta Boi. Hubo 7 supervivientes, y entre los pocos cadáveres que arrojó la marea había uno que provocó la indignación de medio mundo: el de una novicia de 13 o 14 años, Kitty Smith, que acompañaba a tres misioneras seglares que iban a prestar servicio en Gibraltar. Kitty, junto con los otros cuerpos recuperados, fue enterrada en el cementerio de los ingleses, junto a 142 víctimas del Serpent.

Este naufragio fue el penúltimo de la trágica serie de hundimientos de barcos británicos que tuvo como escenario la Costa da Morte en los últimos años del siglo XIX: los más importantes, el Iris Hull (1883), el Priam (1889), el Tunbridge (1888), el Derwentwater (1890), el Serpent (1890), el Trinacria (1893), y el City of Agra (1897). Fue tal la indignación que el hundimiento del Trinacria provocó en la Gran Bretaña, que el gobierno de su majestad británica presentó una interpelación formal al gobierno español de Cánovas del Castillo para que, de una vez por todas, se erigieran faros de primer orden en los cabos Villano y Finisterre: «La costa y las rocas son de ustedes, pero los barcos y las víctimas son nuestras», se dice que sir Thomas Wolfe, embajador en Madrid, dijo a los representantes del gobierno español.

Mi novela «El cementerio de los ingleses» narra la tragedia del Serpent y las consecuencias del naufragio, que generó un inesperado hermanamiento entre esa olvidada región de Galicia y el poderoso imperio británico. Durante muchos años los buques de la Royal Navy, al pasar a la altura de cabo Villano (a una distancia segura), hacían sonar sus cañones y arrojaban coronas de flores al mar en homenaje a sus muertos. Y todavía se puede ver hoy en día, en el Jardín de San Carlos de A Coruña, la lápida de mármol que la Royal Navy colocó en 1891 en homenaje a los 172 marinos fallecidos en la tragedia. Cabe reseñar que en el mismo lugar, a unos 50 metros de distancia de la lápida, está la tumba de John Moore, un general británico que en 1810 detuvo a las tropas napoleónicas el tiempo suficiente para que 10.000 soldados británicos embarcaran en sus naves con rumbo a las islas.

El cementerio de los ingleses de Camariñas - Foto del autor
El cementerio de los ingleses de Camariñas – Foto del autor

Camariñas - Foto del autor

Camariñas – Foto del autor

Cementerio de Tharsis

Los cementerios de los ingleses de Tharsis, Riotinto y Huelva tienen en común un hecho fundacional: derivan de la necesidad de enterrar a los muertos británicos que residían en la zona, y la presencia británica en la provincia de Huelva deriva a su vez de la minería. No es posible entender dicha presencia si antes no se relata brevemente la historia milenaria de la minería en esa zona del sur de España.

 

Las minas de Riotinto y Tharsis

Ya en la antigüedad (quizás en la Edad del Cobre – 3000 A.C., pero con más certeza a partir del 360 A.C.) se registran restos de explotaciones mineras en las serranías de la actual provincia de Huelva. Esa zona, perteneciente a la «faja pirítica ibérica», era rica en sulfuros de hierro y cobre (piritas), y su explotación se intensificó en la época romana. Tal es así, que en la vecindad de un importante tajo en la mina de Riotinto se conservan las ruinas de un poblado romano, al que se conoce como Urium.

A finales del S.II, la actividad minera decayó, y quedaría prácticamente abandonada hasta el S.XVI, en que la corona española, bajo Felipe II, intentó reactivar la explotación, pero se abandonó a la vista de la mayor producción y riqueza de las minas de Perú y Bolivia. Hubo varios intentos más en el S.XVIII, pero no sería hasta la llegada de intereses británicos, a mediados del S. XIX, que las minas de Riotinto y Tharsis alcanzarían su máxima explotación y su auge económico e industrial.

 

Tharsis

De las dos grandes minas de la zona, la primera en ser reactivada fue Tharsis, primero con capitales franceses a partir de 1855, y más tarde, en 1866, por la compañía escocesa «Tharsis Sulphur and Copper Company Ltd.» (TSCC), que necesitaba el mineral como materia prima para sus fábricas de ácido sulfúrico y fertilizantes en Gran Bretaña. Entre 1866 y mediados del S.XX, la mina vivió su máximo apogeo, y entre 1870 y 1890 la población de la zona minera llegó a ser de 20.000 habitantes.

Entre ellos había un pequeño contingente de británicos, principalmente directivos y mandos intermedios de la TSCC, para los cuales se levantó lo que sería denominado el Pueblo Nuevo de Tharsis. En la foto, el pueblo está ubicado en el borde norte del filón, y el cementerio al sur del mismo, junto a la confluencia de carreteras.

Cementerio de los ingleses de Tharsis - Foto de Google Earth
Cementerio de los ingleses de Tharsis – Foto de Google Earth

 

El camposanto fue construido en 1875, y alberga las tumbas de los miembros del «staff» de la TSCC que fallecieron en la zona durante la etapa en que esta empresa explotó las minas. El último enterramiento que se realizó, en 1988, fue el de Phyllis Tracy Gray, una señora muy querida por todos los tharsileños que se quedó en esta tierra para siempre: «Allí permanecía incluso después de la huida de los ingleses, testimoniando esa valentía colonial tan esplendorosa que era su mejor orgullo».

Tras muchos años de abandono fue restaurado en 2009 por la iniciativa de familiares de los allí enterrados, y de colectivos dedicados al rescate del patrimonio cultural e histórico andaluz.

Cementerio de los ingleses de Tharsis - Foto de Mapio.net
Cementerio de los ingleses de Tharsis – Foto de Mapio.net

 

Cementerio de Riotinto

Si bien Tharsis fue la primera mina de la zona en ser reactivada y llevada a plena explotación, sería la de Riotinto la más conocida y la más exitosa. Su principal explotación «a cielo abierto», Corta Atalaya, a principios del S.XX llegó a ser la mayor de Europa y una de las mayores del mundo. Las dimensiones de su elipse eran: 1.200 metros de largo, 900 metros de ancho y 345 metros de profundidad. En la siguiente foto, de 1990, está en plena explotación, si bien ésta sería abandonada dos años después. Desde entonces ha estado en desuso, o servido como atracción turística, y se ha acabado inundando parcialmente.

Cementerio de los ingleses de Rio Tinto - Foto de «Commons Wikimedia», en trabajo de V. Tornet
Rio Tinto – Foto de «Commons Wikimedia», en trabajo de V. Tornet

Al igual que en Tharsis, fue una compañía inglesa la que compró la concesión al estado español en 1873, la «Rio Tinto Company Ltd. (RTC), para explotar el yacimiento, conocido desde la antigüedad.

Entre 1883 y 1888 se fundaron una serie de poblados obreros de nueva creación fuera del pueblo histórico de Rio Tinto: Alto de la Mesa, El Valle, La Atalaya, La Naya, Río Tinto-Estación o La Dehesa. Paralelamente, también se instaló en la zona una importante colonia británica formada por directivos, técnicos e ingenieros de la RTC, que venían acompañados de sus familias desde el Reino Unido. Se acabaría levantando un núcleo residencial de estilo victoriano, el denominado barrio de Bellavista, que poseía un estatus muy superior al de los barrios obreros. Con los británicos también vinieron su cultura y tradiciones, y la imperativa necesidad de abrir un cementerio que pudiera enterrar a sus miembros, de religión anglicana.

La vida social y cultural giraba en torno al Club Inglés, siendo frecuente la práctica de deportes como el críquet, el bádminton, el tenis, el fútbol o el polo. La influencia de la RTC iba más de Bellavista y los yacimientos mineros, puesto que la compañía acabó controlando casi todos los aspectos de la vida en el municipio. Se ha llegado a afirmar que durante este período Riotinto llegó a ser prácticamente una colonia británica. En 1954 los yacimientos de la cuenca pasaron a manos del capital español, concretamente de la Compañía Española de Minas de Río Tinto (CEMRT), hecho que marcó el final de la etapa británica en el municipio.

 

El cementerio de los ingleses de Bellavista

El cementerio de los ingleses de Bellavista recibe enterramientos desde 1877 y contiene un total de 56 tumbas, 47 protestantes y 9 católicas situadas en la ampliación de 1931 para aquellos los miembros del staff que profesaran la religión católica.

En un principio también contaba con una pequeña capilla, pero en su lugar se colocó un memorial al Doctor Robert Russell, fallecido en 1935 en Inglaterra, que había sido jefe del departamento médico del Hospital Minero de la Compañía desde 1889 a 1927. Su pionero equipo de Rayos X le hizo recibir la visita del mismo Santiago Ramón y Cajal, y sus esfuerzos para controlar las enfermedades infecciosas más comunes en la zona, como la malaria, el paludismo o la viruela, le hicieron merecedor de ser nombrado Hijo Predilecto de Riotinto en 1921.

Fuera del cementerio de los ingleses, pero muy cercano a él, se encuentra el monumento a los ingleses que trabajaban en Riotinto y no volvieron de la I Guerra Mundial. «A la honorable memoria de los miembros del staff de las Minas de Río Tinto que cayeron en la Gran Guerra 1914–1919. Wilfred Valentine Gilbert, Alphonse Emile Le Grand, John Todd Glen, Stephen Jonns, Harold Vardy. Sus nombres vivirán para siempre».

El cementerio de los ingleses de Bellavista - Foto de autor desconocido
El cementerio de los ingleses de Bellavista – Foto de autor desconocido

 

Tras un prolongado período de abandono, el ayuntamiento de Rio Tinto acometió su saneamiento y restauración, contando con aportes de la propia compañía, Rio Tinto Ltd.

 

El cementerio de los ingleses de Huelva

Tal como se ha indicado más arriba, la construcción de este cementerio de los ingleses obedece a la misma razón que los de Tharsis y Rio Tinto: la necesidad de enterrar a los muertos de religión protestante (principalmente anglicana y presbiteriana), que imponía la creciente presencia de ciudadanos de estas confesiones (ingleses y alemanes sobre todo) en la provincia de Huelva, atraídos por las inversiones extranjeras en las minas.

En Huelva, la colonia inglesa realiza al Ayuntamiento de la capital una primera solicitud de construcción de un cementerio junto al católico de San Sebastián en 1868, por mediación de vicecónsul inglés Eduardo Díaz. Esta petición estuvo basada y argumentada en el aumento de súbditos ingleses en nuestra ciudad, pero fue desestimada por las autoridades municipales. No obstante, el vicecónsul inglés no ceja en su empeño y cursa nueva solicitud en marzo de 1874. Tras una serie de dificultades burocráticas, al fin se inaugura en 1876, y por fin, en 1932, la expansión urbanística de Huelva obliga al traslado de ambos cementerios.

El deterioro y abandono de dicho cementerio a la fecha es palpable y, ni con la idea que se tuvo en su momento de formar una especie de sociedad entre las distintas colonias inglesas, alemana y francesa para llevar a cabo una cierta recaudación para su mantenimiento, ni con la persistencia llevada a cabo por otros particulares ante la Iglesia Española Reformada Episcopal, han dado los resultados esperados para su adecentamiento.

 

Cementerio de los ingleses de Huelva - Foto de Emilio Romero
Cementerio de los ingleses de Huelva – Foto de Emilio Romero

 

El cementerio de los ingleses de Linares

Linares comparte con Tharsis y Rio Tinto un rico pasado minero, que también se remonta a la edad antigua. Al sur de la actual ciudad de Linares se encuentran los restos de «Cástulo», una ciudad romana de origen íbero, fundada por los «oretanos» en el S.VII A.C. Previamente a la llegada de los íberos, se sabe que ya había asentamientos en la zona desde el III milenio A.C., ligados a la incipiente minería, aunque será en el II milenio cuando Cástulo alcanza preeminencia en la zona, por sus primitivas explotaciones metalúrgicas.

Es notable que, a diferencia de las dos zonas mineras de la provincia de Huelva, Cástulo estaba situada en una región de gran importancia política y comercial en la época prerromana, en la que los cartagineses camparon a sus anchas durante las guerras púnicas (S.III y II A.C.). Tanto fue así, que los oretanos eran aliados de este pueblo norteafricano, y ofrecieron como esposa para Aníbal, el gran caudillo cartaginés, a una nativa de Cástulo, la princesa Himilce. A medida que los romanos fueron ganando sucesivas batallas contra los púnicos, Cástulo cambió de bando y se convirtió en aliada de Roma.

Ruinas de Cástulo - Foto de Ceferino González
Ruinas de Cástulo – Foto de Ceferino González

 

Las minas

Así como Tharsis y Rio Tinto han explotado la pirita, de la que se extrae sobre todo cobre, las minas de la cuenca Linares y La Carolina (LLC) eran ricas en galena, que es la mena del plomo, y asociados a este metal también se extrajeron plata y cobre. El plomo, un metal que ha caído casi en desuso en la época actual por sus efectos contaminantes y sobre la salud humana, fue sin embargo esencial a partir del advenimiento de las armas de fuego, por lo que su explotación nunca decayó a lo largo de la historia.

En LLC, como en Huelva, no sería hasta la llegada del capital extranjero, a mediados del S.XIX, que se inició una explotación moderna, con técnicas ya probadas en las islas británicas, y que vería su mayor auge entre 1850 y 1920.

Por su interés, reproducimos unos párrafos del artículo «El distrito minero plomífero de Linares», de Robert Vernon:

«Durante el siglo XIX, el distrito minero de Linares fue uno de los mayores productores de plomo del mundo. Este éxito debe ser en parte atribuido a las empresas mineras inglesas que se establecieron allí a partir de 1849, entre ellas la Linares Lead Mining, La Fortuna y Alamillos, establecidas por John Taylor e Hijos, una empresa minera con base en Londres, y la Spanish Lead Company, una empresa dirigida por Thomas Sopwith hijo. Estas empresas trajeron consigo nuevas técnicas e introdujeron la tecnología de bombeo Cornish, adoptada posteriormente por empresas españolas, como la mina Arrayanes del Gobierno español. Durante la segunda mitad del siglo XIX, la población de Linares creció para asumir esta demanda industrial y la comunidad inglesa estuvo representada por un Viceconsulado británico, uno de los pocos abiertos dentro de España. Actualmente esta industria se encuentra representada por un paisaje minero único, con diferentes chimeneas y edificios mineros, muchos de ellos construidos por empresas inglesas. Existe incluso un pequeño cementerio británico, muy bien conservado, con sepulturas de muchas personas relacionadas con la minería, habiendo falleciendo algunos de ellos trágicamente en accidentes mineros».

 

El cementerio evangélico de Linares
El cementerio evangélico de Linares
El cementerio evangélico de Linares

Parece ser que el primer enterrado fue el señor James George Remfry, que por ser de confesión evangélica no podía ser enterrado en el cementerio de la localidad. Ante esta tesitura, los familiares y compañeros del fallecido, en 1855, decidieron ubicar su tumba al lado del muro meridional del cementerio católico, construido ese mismo año. Posteriormente, se procedió a cercar el espacio que circundaba dicha inhumación a objeto de evitar posibles deterioros y profanaciones; hasta que finalmente, los señores Tonkin y Kendall, influyentes personalidades vinculadas a Linares Mining Company, pionera en la explotación de las minas de Linares, gestionaron los trámites necesarios para hacerse con los terrenos y, de esta forma, definir los límites con los que contará el cementerio inglés desde mediados de los años sesenta del siglo XIX hasta nuestros días.

Se le considera el primer camposanto protestante de Andalucía (en competencia con el de Málaga), y, en comparación con otros cementerios británicos de la península, el de Linares está bien conservado, ya que en él se han sucedido los enterramientos sin interrupción hasta 1957. Desde entonces, las cuatro iglesias evangélicas existentes cuidan el camposanto y velan por el descanso eterno de las familias que allí yacen, personas que participaron activamente en la vida de Linares y ayudaron a forjar la ciudad que es hoy, y que conservan sus costumbres intactas, como el ritual de enterramiento, tal y como se hacía en el siglo XIX.

 

El cementerio de los ingleses de Denia

El cementerio de los ingleses de Denia - Foto de Google Earth
El cementerio de los ingleses de Denia – Foto de Google Earth

No se puede negar la belleza del emplazamiento de este pequeño cementerio inglés. Como el de Camariñas, está al lado del mar; aquél, sometido a los embates del Atlántico, éste acariciado por la dulce brisa del Mediterráneo. ¿Tienen algo más en común ambos camposantos?

La respuesta es que no. Por insólito que parezca, considerando donde está situado, el de Denia está abandonado a su suerte, comido por la maleza, y sus propietarios privados se quejan en público de que no consiguen llegar a un acuerdo con el ayuntamiento de Denia para su restauración o su eventual reubicación. Tampoco se parecen en el número de cadáveres enterrados en ellos: frente a los 150 de Camariñas, en Denia tan solo se registraron 14 inhumaciones. Si hay un lugar que es pura memoria de Denia es el Cementerio de los Ingleses, construido en 1856 en el Marge Roig y hasta 1918 última morada de la nutrida colonia británica que floreció bajo el impulso del negocio de la «pansa». Y si en la Costa da Morte yacen náufragos, en Denia lo hacen ingleses dedicados al negocio de la «pansa». ¿La pansa?

 

El comercio de uvas pasas

«Pansa» es la denominación en valenciano de la uva pasa, que es un ingrediente tradicional de la pastelería británica; ¿quién no ha comido y apreciado el famosísimo pastel de navidad, el «christmas pudding»?

Foto de Julia Hartbeck («The Spruce Eats»)
Foto de Julia Hartbeck («The Spruce Eats»)

El cultivo de la uva de moscatel y la elaboración de la «pansa» son actividades históricas del Marquesado de Denia y de la comarca de La Marina. Uno de sus mercados tradicionales fue el británico, y como hemos visto en los cementerios anteriores, la mayoría de ellos están asociados a los asentamientos de súbditos de su majestad británica motivados por la actividad mercantil o industrial. Solamente en casos muy especiales, como en Camariñas o San Sebastian, se han construido cementerios ingleses en lugares sin presencia británica estable.

¿Y no hay ningún náufrago enterrado en Denia? A pesar de lo que cuenta la leyenda de que las almas de los enterrados aun vagan por el recinto, el cementerio de los Ingleses nada tiene que ver con el naufragio de la fragata La Guadalupe en 1799, puesto que su construcción es posterior (1856). Por tanto, no es posible escuchar en la noche los cantos de los marineros que perdieron la vida, ya que no fueron enterrados allí.

 

El cementerio de los ingleses de San Sebastián

Si en Camariñas las tumbas son barridas por los vientos atlánticos y en Denia disfrutan de la brisa mediterránea, los ingleses enterrados en el monte Urgull de Donostia tienen que sufrir los embates de las galernas del Cantábrico. Son los tres ejemplos más emblemáticos en España de los «cementerios marinos» que cantó Paul Valéry en 1920, cada uno de ellos con su historia, su encanto y sus vicisitudes.

Mejor que tratar de resumir los antecedentes y derivadas de porqué se erigió un cementerio de ingleses en uno de los montes que cierran la maravillosa playa de la Concha, voy a remitir al excepcional, documentado y ameno estudio que el arqueólogo e historiador José María Leclerc Saiz publicó en la web «Historia militar de San Sebastián», para que los lectores que puedan tener un interés específico en este camposanto conozcan todo lo posible sobre el mismo: https://www.sansebastian1813.es/446802788

El cementerio de los ingleses de San Sebastián - Foto de Google Earth
El cementerio de los ingleses de San Sebastián – Foto de Google Earth

«El cementerio que actualmente conocemos, se originó con las sepulturas de los fallecidos durante la Primera Guerra Carlista. La mayor parte de estos militares formaban parte de la Legión Auxiliar Británica, también conocida bajo el acrónimo B.A.L., que a las órdenes del Teniente General Sir George de Lacy Evans combatieron a favor de los derechos de Isabel II y en la defensa de los ideales liberales de quienes la apoyaban, entre los que se encontraba nuestra ciudad de San Sebastián. Este cuerpo militar formado por más de 10.000 voluntarios de todo tipo y condición social, actuó principalmente en la provincia de Guipúzcoa, teniendo como base principal de operaciones nuestra ciudad de San Sebastián.
Al producirse las primeras bajas entre la oficialidad y tropas británicas de la Legión, tras las batallas de Ayete y Oriamendi en 1837, se planteó un problema que al parecer no se había considerado de manera seria hasta entonces. ¿Dónde enterramos a estos aliados pertenecientes a una religión «no católica»? No podemos olvidar que en el siglo XVIII, tal y como lo narra una guía publicada por un viajero británico anónimo de principios de ese siglo, los extranjeros que fallecían en nuestra ciudad eran sacados de la misma y conducidos a la isla de Santa Clara para recibir sepultura, mientras que la «chusma» local gritaba a su alrededor «ese va al infierno».

Es por tanto un cementerio militar, y, como en el caso del cementerio de Camariñas, utilizando las palabras de uno de los protagonistas de mi novela, Enrique Castro, «aquí han venido a morir y aquí deben ser enterrados».

Además de los caídos en batalla, hay al parecer una tumba que tiene una historia más romántica: uno de los soldados del contingente murió apuñalado por haber cometido una transgresión imperdonable, seducir a la dueña del establecimiento donde se alojaba, una mujer hermosa pero casada. Un crimen pasional en medio de los desastres de las guerras.

El viejo cementerio fue reinaugurado en 1924 por los reyes de España, y el profesor Leclerc refiere en su artículo los numerosos actos de vandalismo que ha sufrido desde entonces. Si ya es deleznable el vandalismo de todo tipo y condición, lo es mucho más el que se perpetra sobre recintos sagrados, consagrados y en los que se acoge, como decía la ley de 1855, a los restos a los que se debe enterrar «con el respeto y el decoro debido».

Foto tomada de la página web del Hotel de Londres e Inglaterra
Foto tomada de la página web del Hotel de Londres e Inglaterra

 

El cementerio de los ingleses de A Coruña

Es un pequeño recinto dentro del cementerio municipal de San Amaro, que es uno de los más antiguos de España. Este fue uno de los primeros cementerios de España, que se empezaron a construir a partir de 1812, cuando se prohibió por ley que se siguiera dando sepultura en los atrios de las iglesias. Nada más publicarse la prohibición, se proyectó la construcción de San Amaro en un emplazamiento con vistas al mar, a las afueras de lo que entonces era la ciudad.

En su interior, además de la parte civil y la religiosa, hay un área separada propiedad del estado británico. Un terreno en el cementerio coruñés que fue comprado en 1867 por el cónsul británico en Galicia para establecer un cementerio privado para los ingleses. No es posible acceder al recinto, que es como un pequeño pedazo del Reino Unido en A Coruña. Allí descansan los restos del propio cónsul que compró esos terrenos y británicos fallecidos en la ciudad.

Cementerio de los ingleses A Coruña - Foto de Google Earth
Cementerio de los ingleses A Coruña – Foto de Google Earth

El cementerio de los ingleses de Rubians (Vilagarcía de Arousa)

Hay un tercer cementerio inglés en Galicia, y al igual que el de Camariñas, acoge a marinos británicos fallecidos en aguas gallegas. De hecho se le conoce como «cementerio naval», y periódicamente, cuando un buque de la Royal Navy hace escala en Vigo, sus oficiales acostumbran a rendir homenaje a sus compatriotas enterrados allí. La última ofrenda tuvo lugar el 7 de diciembre de 2022, durante la visita del RFA Argus.

Fue inaugurado en 1910, y de los 15 enterrados en él, 14 fallecieron en la Primera Guerra Mundial. Se practicaron inhumaciones hasta 1976.
Para saber más sobre este emplazamiento mortuorio, es muy recomendable la página siguiente: http://www.turvilagarcia.com/el-cementerio-naval-britanico-de-vilagarcia-de-arousa.asp
Elaborada por el departamento de turismo de Vilagarcía de Arousa, contiene algunas informaciones muy interesantes, y de especial significación con el sentido general de este artículo, ya que hay un elemento que liga a este cementerio con el de Camariñas.

Cementerio de los ingleses Rubians - Foto de Google Earth
Cementerio de los ingleses Rubians – Foto de Google Earth

Por su interés, lo reproduzco en su totalidad:

«Un lugar muy visitado por los marinos ingleses era la cumbre del Monte Lobeira (300 metros), atalaya desde la que gozaban de una vista incomparable de toda la Ría de Arousa y de todo el valle de O Salnés, y también de todos los navíos de su escuadra anclados en la bahía, la que ellos denominaban «Arosa Bay»… … Sobre una enorme roca, situada en la cúspide del monte, se alza una gran cruz de hierro erigida el 1 de agosto de 1896 por mandato del entonces Comandante Militar de la Provincia Marítima de Vilagarcía, D. Adolfo Reinoso de Tejada, para honrar la memoria de los que encontraron muerte en las aguas del mar.

En la visita de la escuadra inglesa de ese mismo año, el Almirantazgo inglés ordenó colocar una placa en Lobeira sobre la roca en la que se enclavó la cruz, para que sirviese de recuerdo y homenaje a las víctimas del hundimiento del buque escuela inglés Serpent, ocurrido en Punta do Boi (Camariñas), el 10 de noviembre de 1890. Dicha placa, que todavía se conserva, tiene la siguiente leyenda escrita en inglés (traducción del autor):

«En recuerdo de ciento setenta y tres oficiales y hombres que perdieron sus vidas en el naufragio del HBMS Serpent el 10 de noviembre de 1890 en Punta del Buey, Camariñas. Esta placa ha sido instalada por el almirantazgo británico en el año 1895»

Es una prueba más de la importancia que la Royal Navy concede a sus muertos en servicio, y en particular la que dio al naufragio del Serpent. Por ese motivo esa tragedia es recordada para la posteridad por tres hitos materiales, visitables hoy en día: el cementerio de los ingleses de Camariñas, la estela de mármol del Jardín de San Carlos de A Coruña, y la placa del monte Lobeira.

Foto de José Julio Gil
Foto de José Julio Gil

Es necesario hacer una precisión sobre el artículo referido, que habla del «buque escuela inglés Serpent», y que es una confusión que de alguna forma ha pervivido hasta la actualidad. En realidad era un crucero torpedero convencional, de una clase específica llamada «Archer», pero entre su tripulación llevaba treinta y cinco cadetes de la «Escuela de Ingeniería Naval de Keyham», una de las dependencias de la base naval de Plymouth, en su viaje de prácticas. El hecho de que se recuperaron algunos cadáveres de los jóvenes aspirantes a oficiales, y de que en sus camisetas estaba bordada alguna referencia a la escuela, provocó la confusión inicial, ampliamente desmentida desde entonces.

El cementerio de los ingleses de Cádiz

El libro «El cementerio de los ingleses de la ciudad de Cádiz», de Eva María Prieto Orcero, publicado en 2005, es un ensayo dedicado exclusivamente a este camposanto, y por tanto se constituye en la fuente más autorizada para describirlo. Los párrafos siguientes han sido adaptados de otros similares de dicho libro:

El cementerio de Cádiz contaba con un patio, convenientemente separado del resto, destinado a los no católicos. Sin duda debido a las malas condiciones del lugar, la colonia británica residente en Cádiz decidió adquirir unos terrenos al final del callejón de la Figurina (actual avenida de Portugal), lindando con las vías del ferrocarril, para destinarlo a cementerio. Serán los diplomáticos ingleses los primeros que piensen en una sepultura para aquellos súbditos de la Gran Bretaña que murieran en tierra española, según un Tratado hispano- británico de 1630, que en su artículo 31 decía lo que se debía hacer con los súbditos ingleses que murieran en España, pero no se mencionaban los cementerios.

Entre ambas fechas hubo varios intentos de dar una solución práctica a este principio general, pero será en 1831, que Fernando VII autoriza su construcción, con la condición de que «se observen las formalidades prevenidas, a saber: que cierren con tapia, sin iglesia, ni capilla ni otra señal de templo ni culto público ni privado, poniéndose de acuerdo con las autoridades locales».

Pero fue a raíz de la revolución de 1854 cuando se comienza la construcción de cementerios civiles, existiendo ya muchos españoles que no profesaban la fe católica.

La primera referencia al cementerio de los protestantes de Cádiz, la encontramos en un documento fechado en 1873 del Obispado de Cádiz al Ayuntamiento Republicano de la ciudad, que hablaba de que en el cementerio católico se habían enterrado protestantes, y que ese cementerio era para católicos, y no para sectarios de demás creencias, y qué sería lo que pasaría si fuera al revés y los católicos se enterraran en el cementerio protestante.

El cementerio de los ingleses de Cádiz - Foto de Google Earth
El cementerio de los ingleses de Cádiz – Foto de Google Earth

En Abril de 1976 visita la ciudad Sir Charles Douglas, embajador de Gran Bretaña, para proceder a la cesión del terreno del cementerio al ayuntamiento. Con fecha de 23 de enero de 1980 se procede al traslado de los cadáveres existentes que no habían sido reclamados al cementerio católico y en la actualidad se encuentran en el Cementerio Mancomunado Bahía de Cádiz.

El antiguo cementerio procedió a ser un parque y los alrededores se llenaron de viviendas, aunque el parque aún conserva en parte la estructura del antiguo lugar de depósito de almas que no profesaban la fe católica, y la estampa del inglés fallecido sigue sintiéndose bajo los suelos de la plaza.

Epílogo

En las páginas anteriores he intentado dar unas pinceladas de conjunto del fascinante tema de los «cementerios de los ingleses» en España. Me ha llevado a ello el haber publicado en 2022 una novela con ese título, que previamente fue un guion cinematográfico fechado en 2003, asimismo titulado así, y a lo largo de los años he ido viendo como otros autores publicaban sus libros con el bendito apelativo, lo que inevitablemente me lleva a pensar que hay algo de mágico en las historias de unos recintos sagrados que han visto la luz a causa de la tradicional intolerancia religiosa del catolicismo, que afortunadamente se ha ido suavizando con los siglos. Me siento por tanto parte de una comunidad unida por el respeto y la admiración hacia un país que ha mostrado tanto compromiso con el destino de sus ciudadanos, como para enfrentarse a todo tipo de trabas burocráticas y erigir unos cementerios propios como homenaje a sus muertos.

La investigación de este artículo ha bebido de numerosas fuentes. A todas ellas va mi agradecimiento y mi sincera apreciación por sus trabajos, mucho más enjundiosos que el mío. Allí donde es posible he reconocido la autoría, tanto de los textos como de las fotos, porque como autor sé que la propiedad intelectual es un derecho inviolable.

A todos ellos, ¡muchas gracias!

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